Grasa Blanca: es un organo graso

Las Complejas Funciones del tejido graso

La grasa blanca creces 2012

Fernando Mönckeberg Barros, Universidad Diego Portales

Se encuentra distribuida en distintas partes del organismo. Debajo de la piel (grasa subcutánea), envolviendo los diferentes órganos, especialmente los intestinos y

  

Las Complejas Funciones del tejido graso

La grasa blanca creces 2012

Fernando Mönckeberg Barros, Universidad Diego Portales

Se encuentra distribuida en distintas partes del organismo. Debajo de la piel (grasa subcutánea), envolviendo los diferentes órganos, especialmente los intestinos y riñones. También protegen el vientre o envuelven a los ganglios. Ella es un muy buen aislante, por lo que está presente en todos aquellos lugares en que es necesario preservar una temperatura adecuada para el metabolismo.

Al microscopio tiene el aspecto de un panal de abejas, formado por grandes células esféricas, llamadas adipocitos, cuyo interior se ve lleno con una gran gota de grasa de color blanco. Su estructura es adecuada para aislar y mantener el calor, pero su principal función es mantener una reserva de grasas como fuente energética para responder eficientemente a los requerimientos metabólicos diarios y constantes de todos los órganos y tejidos, sin los cuales la vida no sería posible .

La evolución y el desarrollo de la inteligencia y la consecutiva génesis de conocimientos, en un tiempo muy corto, (antropológicamente hablando) ha cambiado el medio ambiente, hasta llegar a un mundo no natural, como el presente, en que las hambrunas han desaparecido y es la regla el acceso fácil y abundante al alimento. Para bien o para mal, las mutaciones genéticas adaptativas se producen en otra dimensión del tiempo, por lo que no es esperable que se establezcan readaptaciones a las nuevas realidades que no necesitan de tantas reservas.

El que guarda siempre tiene.

Las nuevas investigaciones han permitido avanzar en el mejor conocimiento del proceso de almacenamiento y gasto calórico. Se puede afirmar que entre un 5% y 10% de las reservas se están recambiando diariamente con el objeto de mantener un abastecimiento estable y constante, respondiendo aún a demandas extremas, como sucede frente a ejercicios intensos y prolongados. Tampoco el órgano graso es estático en su arquitectura, dado que se está renovando constantemente. Cada año renueva el 10% de todas sus células (adipositos), de modo que cada ocho, llega a reemplazar la mitad de ellas.

Semilíquida 140.00 calorías

La grasa almacenada en el interior de los adipocitos, se encuentra en forma semilíquida, como triglicéridos, una molécula formada por glicerol y tres ácidos grasos. En la medida que los tejidos del organismo van requiriendo la energía, enzimas propias de los adipocitos degradan los triglicéridos y entregan a la circulación sanguínea ácidos grasos, de cuya degradación los diferentes órganos van obteniendo la energía (ATP).

Otra reserva de energía 1400 calorías

Es cierto que también existe otra forma de energía, guardada en el hígado y en las células musculares, cuya entrega puede satisfacer necesidades inmediatas y de corto plazo. Ella se almacena en forma de glicógeno (un polímero hecho de glucosa). Pero, es el tejido graso el que se encarga del abastecimiento constante y abundante (un adulto puede almacenar en su tejido adiposo cantidades de triglicéridos equivalentes a 140.000 calorías, mientras sólo puede acumular 1.400 calorías como glicógeno hepático y muscular).

La importancia del apetito
El apetito, el gasto calórico y el metabolismo, están regulados centralmente desde el hipotálamo. Es el centro de toda la actividad regulatoria del organismo, especialmente de las necesidades calóricas. Para ello recibe información vía nerviosa, desde los distintos órganos periféricos (estómago, intestinos, páncreas), desde donde envían la información al hipotálamo, que a su vez responde regulando las necesidades de consumo a través de las hormonas del eje hipotálamo-hipofisiario (4).

Ratas: adipocitos producen hormonas: Leptina

En el año 1994 se descubrió en ratas, que los adipocitos producían una hormona que por vía sanguínea, era capaz de penetrar la barrera hémato-encefálica, para informar constantemente al hipotálamo de cómo estaban sus depósitos grasos. Ella se llamó “leptina” (del griego leptos delgado), la que actuaba como un lipostato: “cuando la cantidad de grasa almacenada en los adipocitos aumentaba, se liberaba leptina al torrente sanguíneo, informando por esta vía al hipotálamo que el organismo tenía bastante reserva y que el hipotálamo debía inhibir el apetito para no seguir comiendo.

Es así como al aumentar el depósito de grasa más allá del punto de equilibrio, aumenta la síntesis y secreción de leptina en las células grasas. Por otra parte, cuando los niveles de leptina caen muy bajos, es el hipotálamo el que despierta un voraz apetito (núcleo arcuato hipotalámico) y se ponen en función las hormonas del estrés para lograr restablecer las reservas (5).

Actúan según donde su ubican

No todos los adipocitos contribuyen en igual medida; los de mayor tamaño producen más leptina, del mismo modo los adipocitos de la grasa visceral secretan menos que los de grasa subcutánea (6).

Leptina , algo más que avisar de las grasas.

Más recientemente se ha ido describiendo una amplia distribución de receptores de leptina ubicados en diversos tejidos periféricos, abriéndose así un vasto campo de investigación sobre las muchas otras funciones de esta hormona. Así se ha conocido que participa en procesos fisiológicos tan diversos como la reproducción, la inmunidad o la angiogénesis. (7). Pareciera que la leptina, en el esfuerzo de mantener un normal abastecimiento, tuviese su ojo puesto a largo plazo, preocupada de que exista abastecimiento de energía para situaciones futuras de incremento de la demanda, como son los delicados procesos de reproducción y adolescencia. Así por ejemplo, si en víspera de estos procesos no hay reservas grasas adecuadas, la leptina lo comunica al hipotálamo y este impide que se lleve a efecto la reproducción. Es así como las mujeres anoréxicas, o las que desarrollen excesivos ejercicios o deportes (atletas, bailarinas o gimnastas), no tienen períodos menstruales. Es lógica esta precaución, ya que es perentorio alimentar adecuadamente al feto durante esta demandante etapa de desarrollo. También para enfrentar el embarazo y la lactancia, la mujer necesita de mayores reservas energéticas, para lo que la leptina se adelanta, produciéndose una acumulando grasa subcutánea.

Su rol en el sistema inmune

El rol de la leptina en el sistema inmune es importante en tiempos de ayuno y desnutrición. Una persona desnutrida es como una economía en tiempos de recesión. En estas circunstancias el tejido adiposo se ve forzado a ahorrar reservas para mantener las funciones vitales. Para ello baja su presupuesto en defensa. En condiciones normales el sistema inmunológico gasta aproximadamente hasta el 20% del presupuesto energético del organismo, por lo que en esas circunstancias es lógico disminuir este rubro, para poder responder a los gastos básales del metabolismo.

Los adipocitos lo hacen retirando el soporte crucial de la leptina a las células defensoras, los linfocitos T, los monocitos y las células dendríticas, con lo que se incrementan los riesgos de infecciones.

Adipocitos y hormonas

Ello ocurre en la desnutrición (8). También los adipocitos generan otras hormonas, como es el caso de la adiponectina, que participa en el metabolismo de la glucosa y de los ácidos grasos (9, 10). Diversos estudios han comprobado que la adiponectina, regula el metabolismo de la glucosa y amino ácidos. Incrementa la sensibilidad a la insulina en diversos tejidos como en el hígado, músculo esquelético y tejido adiposo (11). Más allá de ello, se han descrito receptores para la adiponectina en tejidos sensibles a la insulina, como el músculo esquelético, hígado, páncreas y tejido adiposo. En los casos en que se incrementan los depósitos grasos (obesidad), cae la producción de adiponectina y los macrófagos insertos en el tejido graso, responden produciendo “resistina”, una proteína rica en sistina, denominada así por su relación con la resistencia a la insulina (12).

Aparte de estas hormonas, se han descrito docenas de otros productos biológicos activos, algunos producidos por los propios adipocitos, y otros por otras células insertas en el tejido graso.

Entre estas se encuentran inmunomoduladores, hormonas y pro-hormonas, marcadores de inflamación y diversas enzimas. Entre los adipocitos, se describen células inmunológicas como eosinófilos y macrófagos y células dentríticas que producen citoquinas proinflamatorias, como el factor de necrosis tumoral, la interleuquinas 6 y otras citoquinas (13).

Es que se ha demostrado que el tejido adiposo está unido en forma muy dinámica con el sistema inmunológico (14). Es interesante, por ejemplo, que si se incrementa los depósitos de grasa (obesidad), también se incrementan proporcionalmente los macrófagos insertos en el tejido graso. En resumen, es toda esta complejidad que se ha ido conociendo de la grasa blanca durante los últimos años, la que justifica que en la actualidad ya no se piense en él como “tejido graso” sino en un verdadero “órgano graso” integrado al sistema metabólico general.

Continua próximo capítulo Grasa parda y la nueva grasa