Adolescentes. Educación emocional
Autor Alejandro Rodrigo
Rodrigo advierte que no es lo mismo que un acto tenga consecuencias que usar castigos,
“porque todos en la adolescencia hemos sentido una gran sensación de injusticia ante los castigos. Cuando el menor incumple una norma, siendo consciente de ello y de la consecuencia que conllevaba, normalmente la acepta. Pero, si no lo sabía, no acepta el castigo”.
De la misma manera, apunta, son mejores las recompensas (metas explicadas y marcadas con anterioridad) que los premios (que son aleatorios y pueden desestabilizar), y en cualquier caso usadas de forma puntual, “porque al final estamos enseñando a los chicos a crecer evitando castigos y con base en el chantaje, muchas veces, de qué voy a obtener a cambio. Lo que debemos hacer es enseñarles, con nuestro ejemplo, que son ellos los que tienen que encontrar la motivación interna para hacer bien las cosas”.
Se trata de un proceso en el que la educación emocional juega un papel importantísimo, para que los hijos aprendan a identificar sus propias emociones (al menos, las cinco básicas: miedo, ira, tristeza, alegría y asco).
“Una persona está equilibrada emocionalmente cuando sabe diferenciar las cinco, identificar cuándo está inmerso en cada una de ellas y cuando una emoción le está desbordando”, y para ello es necesario que los padres sean conscientes de ello, “porque si yo no identifico bien las emociones que estoy viviendo, difícilmente le puedo pedir a mi hijo o hija que se autorregule bien cuando están enfadados”.
El paso previo a la manifestación de la violencia y de la agresividad por parte del adolescente es la frustración que produce el no entender ni la tristeza ni el miedo. Cuando esto sucede, no entiende lo que está pasando, y eso desemboca en la ira: “Por eso, la primera tarea será entrenar a nuestros hijos en ser capaces de tolerar esa frustración, porque así seremos capaces de comprender mejor la emoción que experimentamos en cada momento (…).
La adolescencia es, además, una etapa importantísima porque todo está muy polarizado y es muy exponencial”.
La importancia de los estilos educativos
Uno de los aspectos más importantes a la hora de abordar la crianza de los hijos es que los padres sean conscientes del estilo educativo que más les conviene.
El autor Rodrigo identifica siete: el autoritario, el protector, el sacrificante, el diplomático, el punitivo, el negligente y el ausente. “El estilo educativo es algo que no puedes cambiar mucho, porque tú eres de una determinada manera y eso determina tu estilo de educar. Además, nadie tiene un estilo puro, sino que es mezcla de varios: autoritario, protector y diplomático, por ejemplo”. Y aunque cada uno tiene sus debilidades y fortalezas, llevar cualquiera de ellos al extremo puede tener consecuencias negativas: el muy autoritario puede provocar un distanciamiento emocional, y el diplomático en exceso puede acabar debatiendo todas las decisiones.
“Lo mejor que tiene el estilo protector es que el hijo se siente querido e importante para sus padres, pero si llega hasta el extremo de la sobreprotección, le corta su autonomía, y en vez de ayudarle a crecer, le pone un tapón que generará una frustración tremenda”, argumenta Rodrigo.
“El punitivo consigue que, a corto plazo, los hijos no se salten las normas, pero hace que crezcan aprendiendo a evitar los castigos, lo cual es un problema importante… Y con el sacrificante, los padres ponen por encima de todo los sacrificios que están haciendo por los hijos, con lo que les transmiten que, por la vida, hay que ir haciendo chantaje emocional”.
En cualquier caso, hay un estilo del que, por encima de todos, conviene alejarse: el ausente, porque causa un daño irreparable: “Y no me refiero a los padres que, por ejemplo, trabajan fuera, porque yo he conocido alguno que está en el extranjero seis días a la semana y que, sin embargo, es capaz de llamar en el momento oportuno, cuando hay algo importante. No hay nada más dañino para un hijo que sentir que, a su padre, él o ella no le importa nada
F: De mamas & de papas
Editor: Dr Pedro Barreda
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