La escuela que desafió a sus alumnos a dejar los refrescos durante 21 días

La escuela que desafió a sus alumnos a dejar los refrescos durante 21 días

Dominic Hughes BBC

En muchas ciudades del mundo, los niños son los mayores consumidores de refrescos.

 

Pero en lugar de aleccionarlos o prohibir estas bebidas por la cantidad de azúcar que contienen, en una escuela inglesa decidieron intentar convencerlos de otra manera: desafiarlos a dejar los refrescos durante 21 días.

La enfermera dental Helen Kellett les explicó a 15 estudiantes de 12 y 13 años de una escuela de Blackpool, Inglaterra, las desventajas de algunas marcas populares de refrescos.

“Cada una de estas bebidas tiene 20 cucharadas de azúcar escondidas en la lata”, les dijo Kellett. La enfermera se aseguró de que entiendan también por qué los refrescos son especialmente malos para los dientes.

La razón tiene que ver, parece, con la forma en que los bebemos, que hace que se queden en el paladar y tengan una mayor probabilidad de causar deterioro de los dientes.

Para fortalecer la voluntad de los alumnos, les explicó además los peligros de la diabetes y la obesidad.

Pero para algunos de estos estudiantes, los 21 días fueron bastante duros.

Image caption La mayoría de los niños bebe refrescos desde pequeños.

“Me encantan los refrescos”, decía una alumna. “Bebo casi una lata al día”.

“Tomo una botella con la merienda”, decía su amiga.

“Normalmente también tomo otra a la hora de la comida, así que suelo beber más de lo que se supone que debería”.

Esto es cierto, dado que para muchos de los mayores de 11 años, la cantidad diaria recomendada de azúcar en Inglaterra es de 30 gramos.

Algunos de los refrescos más populares contienen al menos esa cantidad en cada lata, si no más.

El problema del azúcar

Como sucede en muchas otras partes, más de un tercio de los niños 10 y 11 años en este pueblo son obesos o sufren sobrepeso.

Image copyright Thinkstock Image caption “Cada una de estas bebidas tiene 20 cucharadas de azúcar escondidas”, dice una enfermera.

Y los jóvenes son también los principales consumidores de refrescos.

Esta es una preocupación para el director de salud pública de Blackpool, Arif Rajpura.

“Hay demasiada azúcar en nuestra dieta y esto contribuye significativamente a nuestra epidemia de obesidad”, dice Rajpura.

“Así que lo que intentamos hacer es reducir la cantidad de azúcar en nuestra dieta”.

Image copyright Thinkstock Image caption El problema de la obesidad infantil está muy extendido por todo el mundo.

“El azúcar en los refrescos son calorías vacías, innecesarias, y queremos reducirla”.

La ciencia indica que una persona se tarda 21 días en dejar un hábito o superar una adicción, que es la forma en que muchos en este grupo ven las bebidas azucaradas y gaseosas.

“Es que bebo esto desde que era pequeña”, decía Shae, quien bebe dos latas al día.

“Fue duro dejarlo, pero me va a hacer más sana”.

21 días después

Asumiendo que hay 36 gramos de azúcar en un envase (la cantidad que se encuentra en una de las bebidas de cola más populares), cada alumno se ahorraría 756 gramos de azúcar añadido en esos 21 días.

Para todo el grupo, serían 11,3 kilos de azúcar.

O, para decirlo de otra forma, habrán evitado meterse unas 45.360 calorías extra en su cuerpo.

Tres semanas después, cuando les preguntaron quién ha conseguido dejar estas bebidas por completo durante los 21 días, todos menos tres levantaron la mano: una tasa de éxito del 80%.

Algunos dicen que ha sido duro, otros lo encontraron más fácil, pero ninguno se comprometió a dejar los refrescos para siempre.

Image copyright Thinkstock Image caption El azúcar se utiliza frecuentemente como premio a los niños.

La directora asistente de la escuela, Chris Ibbotson, dice que 21 días es poco para saber si el reto va a hacer una diferencia a largo plazo, pero sabe que en cualquier caso tendrán que seguir trabajando en ello.

“Hay mucha influencia de la publicidad y el márketing, que abruma a los adultos y también a los niños”, dice.

“Es un asunto muy difícil”.

“También tenemos que hablar con los padres sobre qué piensan ellos, porque ellos han sido educados de forma similar a la de sus hijos, utilizando el azúcar como un premio, como solución rápida. Y tenemos que cambiar nosotros”, concluye Ibboston