Depresión en los hijos

Desconocida durante años, hoy se considera que la depresión infantil sí existe.

¿Cómo reconocerla y enfrentarla?  

 

 

 

Desconocida durante años, hoy se considera que la depresión infantil sí existe.

¿Cómo reconocerla y enfrentarla? 

 

 

No es el mismo de antes. A sus 10 años, Cristóbal perdió interés por el tenis que lo apasionaba y el niño alegre y sociable que era, se ha convertido en uno retraído y desganado. Al colegio -con el que nunca tuvo problema- le hace el quite y sus notas han bajado. Además duerme mal y se ve abatido.
Cristóbal presenta algunos de los síntomas de la depresión infantil. Si éstos persisten durante más de 15 días, sus padres deberían buscar ayuda. ¿De qué me están hablando?, dirá más de algún lector. ¿Un niño con depresión? ¡Pero si no tienen preocupaciones! Lamentablemente, la depresión infantil sí existe y más vale reconocerla a tiempo y saber cómo enfrentarla.

 

Cómo reconocerla

Durante los años 50 y 60 se consideraba que los niños antes de la pubertad carecían de la estructura psíquica para desarrollar una depresión. A partir de los años 70, se hicieron los primeros estudios sobre ella. En las últimas décadas, cuando los métodos de diagnóstico permitieron distinguirla de otras enfermedades e, incluso, de los cambios propios de la niñez, se la definió como un trastorno.

Actualmente se habla de depresión infantil cuando se presenta uno o más de los siguientes síntomas:

> El niño es incapaz de disfrutar con lo que antes le gustaba.
> Cambios notorios del apetito, come mucho menos o mucho más.
> En el aspecto cognitivo, le cuesta concentrarse y parecen alteradas sus capacidades de comprensión y atención.
> Retraimiento. Quiere estar solo y evita a los amigos.
> Inhibición motora. Se cansa con facilidad y su actividad desciende a pasos agigantados.
> Dificultades para dormir. Tiene pesadillas y duerme mal, mucho o poco.
> Tristeza persistente, ansiedad y sensación de vacío.
> Irritabilidad.
> Dificultades para recordar y tomar decisiones.
> Sentimientos de culpa, desesperanza y pesimismo.
> Dolores musculares y problemas digestivos que no tienen relación con otra enfermedad.

 

A estos síntomas se suman diversas circunstancias que incrementan la posibilidad de que se produzcan trastornos de carácter depresivo. Los especialistas los llaman factores de riesgo y pueden ser de distintos tipos:

-Personales: Temperamento y personalidad del niño; por ejemplo, si es introvertido es más proclive a sufrir depresión que si es extrovertido.
-Herencia genética: Se toma en cuenta la vulnerabilidad genética que pueda tener el niño frente a la depresión. Para ello se averigua si el padre, la madre o incluso un tío o tía son depresivos.
-Familiares: Si en el entorno familiar no hay estabilidad y afectividad, el niño puede caer en este trastorno. Una familia coherente y comunicativa minimiza los riesgos, mientras que una rígida y desavenida, los maximiza.
-Sociales: Situaciones escolares y sociales adversas pueden desencadenar una depresión en un niño. Enfermedades o muerte de familiares, así como separaciones o fracaso escolar, pueden influir en la aparición de este trastorno.

 

 

Cómo enfrentarla

La depresión infantil es más que un mal ánimo pasajero y es un trastorno mental tratable. Un diagnóstico precoz es fundamental para su tratamiento y, según los especialistas, hay que tener especial cuidado porque puede ser la manifestación de un futuro cuadro bipolar, sobre todo si en la familia hay antecedentes de esta enfermedad o de otro trastorno del ánimo.
La primera consulta debe ser con el pediatra del niño, quien le hará un chequeo para descartar cualquier enfermedad física. Si sospecha que se trata de una depresión, derivará al paciente donde un psicólogo o un psiquiatra.
El tratamiento comenzará con una evaluación del niño y se trabajará a nivel individual con él, a nivel familiar dando pautas a los padres y a nivel escolar en colaboración con los profesores.
Generalmente, se utilizan técnicas psicoterapéuticas y un tratamiento farmacológico, basado en antidepresivos. Muchas veces toma un tiempo encontrar la dosis adecuada para cada paciente; los efectos secundarios son leves y demoran dos a tres semanas en manifestarse.
La terapia ayudará al niño a cambiar la imagen que tiene de sí mismo, pues, si por ejemplo, piensa “soy malo para todo” se le pedirán pruebas de ello. Como la mayoría de las veces el paciente no las encuentra, se da cuenta de que no es más que una percepción negativa que tiene de sí mismo y podrá pensar más positivamente.
Según los estudios, una depresión dura en promedio seis a ocho meses, pero las estadísticas varían de un niño a otro y una recuperación total podría tomar años. Ignorar una depresión es peligroso porque ésta afecta las habilidades sociales del niño, así como su concentración, su nivel de energía y sus relaciones con su familia y amigos. Si él no se quiere a sí mismo, va a ser muy difícil que otros lo quieran.

 

Déficit atencional, autoestima y depresión

Recientes estudios han demostrado que un niño con déficit atencional tiene un alto índice de comorbilidad -coexistencia de dos o más trastornos que se asocian- y por eso es frecuente que también sufran de depresión.
No conseguir rendir bien en el colegio, sentirse “menos”, etc. afecta fuertemente la autoestima de los niños con déficit atencional. Por eso hay que considerar este factor para evitar que caiga en una depresión.

 

Para prevenir una depresión en un hijo

> Entorno familiar adecuado. Crecer en un ambiente estable y acogedor permite sentirse seguro y desarrollar una identidad clara. Una personalidad fuerte le ayudará a no caer en la depresión. Límites claros y normas coherentes dadas por ambos padres, permitirán que el niño tenga la confianza en sí mismo suficiente como para prevenir cualquier trastorno de la personalidad.
> Conocer las fortalezas y debilidades del hijo y exigir de acuerdo a ellas. Una de las características de la depresión infantil es que el niño se siente vacío, pues no puede desarrollarse de acuerdo a sus potencialidades.
> Cuidar la relación sentimental con el niño, si éste se siente querido, apoyado y protegido le será más difícil deprimirse. Se ha demostrado que la carencia de afectividad es un aspecto muy ligado a este trastorno.

 

¿Cómo ayudo a mi hijo con depresión?
> No se culpe. No piense que su hijo está sufriendo sólo por algo que usted hizo o dejó de hacer y que usted falló en su rol de asegurar su felicidad.
> Conviértase en un experto en depresión. De este modo sabrá qué esperar y cómo lidiar con ello.
> Fomente la actividad física en su hijo. Se ha comprobado que andar en bicicleta o salir a caminar ayuda a aliviar los síntomas de la depresión.
> Trate de entender su comportamiento. Acuérdese que si el niño no quiere levantarse de la cama no se trata de flojera, sino de falta de energía y ánimo.
> Asegúrese de que tome sus remedios y coma bien. Así su hijo se sentirá física y anímicamente mejor.
> Demuéstrele que lo quiere y se preocupa por él. Explíquele que quiere escuchar todo lo que le diga, aunque sea algo desagradable.

 

 

 

 Fuente: Revista hacer familia Nro.95 Por Andrea López E.Asesorías: Cecilia Roblero, psicóloga UC y Jorge Barros, psiquiatra UC) 

Extraído de pediatrialdia.cl Dr. Pedro Barreda