Como funcionan los virus

Como funcionan los virus :

Los virus nos plantean muchas preguntas para las cuales aún no tenemos respuesta. Se discute
si son organismos vivos o no, ya que son muy simples en su constitución (una pieza de DNA o RNA,
envuelta en capas de proteínas) y no son capaces de sobrevivir por sí solos.
  
Como funcionan los virus ( Publicado en Revista Creces, Septiembre )

Los virus nos plantean muchas preguntas para las cuales aún no tenemos respuesta. Se discute si son organismos vivos o no, ya que son muy simples en su constitución (una pieza de DNA o RNA, envuelta en capas de proteínas) y no son capaces de sobrevivir por sí solos.

 
Necesitan introducirse a las células y beneficiarse de todo su sistema productivo, para así multiplicarse y continuar con su aparente nefasta actividad. Debemos reconocer que, a pesar de su simplicidad, son los únicos organismos de la Tierra (aparte de nosotros mismos) que representan una seria amenaza a nuestra sobrevivencia.
Parecen ser bienvenidos

Los otros podrían ser las bacterias, pero contra ellas ya conocemos los antibióticos para controlarlas.
Hasta donde sabemos, los virus son realmente nefastos. Son los causantes de un sin número de enfermedades, como la gripe, la hepatitis, el sarampión, la poliomielitis, la rabia, la fiebre amarilla, etc. Y ahora, el SIDA. Además, muchos de ellos se hayan involucrados en cánceres y leucemias y en numerosas enfermedades autoinmunes, entre ellas la esclerosis múltiple y la diabetes. No solo a nosotros nos atacan, sino también a todos los demás animales, a los vegetales e incluso a las bacterias. Aparentemente son “los resentidos del sistema”, que atacan y tratan de destruir todas las formas de vida, donde quiera que las encuentren. Si en manos de los médicos estuvieran las posibilidades de hacer desaparecer todos los virus, sin duda que lo harían. Sin embargo ello podría ser una medida precipitada.

El virus de la  gripe es una diminuta bolita que contiene en su interior ocho porciones de  material genético, ocho genes, envueltos por una cápsula (cápside) o carcasa de  proteínas. De la envoltura exterior sobresalen moléculas de hemaglutinina especialmente  dotadas para anclarse a las células e iniciar su asalto. Una vez dentro de la célula,  utiliza la maquinaria celular para  sacar infinidad de copias de su material genético y, terminada la infección, los virus van saliendo de la  célula  por gemación,  sembrando la membrana de pequeñas protuberancias víricas que se separan de la  pared celular gracias a otra proteína, la neuraminidasa.

Las células parecen acogerlos

Respecto a nuestra relación con los virus, hay más de algo que no se entiende. Desde luego debemos reconocer que, por parte de la célula receptora de los virus, hay una serie de aparentes inconsecuencias. Aparte del sistema inmunológico que fabrica anticuerpos contra ellos, las restantes células parecen sorprendentemente complacientes con ellos. Da la impresión que tienen todo preparado para recibirlos como si fuesen huéspedes ilustres. Más aún, pareciera que a la pasada los atrapan, como quien pesca un pez con un anzuelo. Es así como las células en su membrana han insertado proteínas, para que cuando llegue un virus específico, lo reconozcan y lo atraigan hacia sí, para luego abrirles las puertas para que entre majestuosamente a su interior. Una vez adentro, amablemente lo despojan de su ropaje proteico y lo invitan a que, desnudos, recorran todas las dependencias de la célula. Incluso lo dejan entrar al “Sancta Santorum” de la célula: el interior de su propio núcleo, y más aún, parece que le dijeran: “hazte uno con nosotros y ordena lo que quieras”. El virus ni tonto ni perezoso, se incorpora al DNA propio del núcleo y comienza a dejar el desparramo.

A veces entraba todo el sistema regulatorio celular y de ello resulta un cáncer. Las más de las veces se las arregla para ordenar la multiplicación de su propio DNA, y para ello utiliza todas las herramientas que la célula dispone. Cuando se ha multiplicado, también ordena que se produzcan las proteínas que lo van a vestir. Cuando está todo listo y ya el número de virus llega a ser demasiado elevado, estalla la célula que tan generosamente lo había hospedado. De todo ello resultan miles de virus, que desde allí vuelven a engañar a otras generosas y estúpidas células, y vuelven a repetir el ciclo. Mientras tanto, a ninguna de ellas nunca se le ha ocurrido desarrollar mecanismos defensivos como para impedir u obstaculizar el desastre que le provoca el entrometido.

Toda esta hospitalidad es realmente incomprensible. Incluso, muchas veces el virus llega al interior de la célula con una sola cadena de ácido nucleico (retrovirus), y por ello no se pueden replicar y en consecuencia no puede hacer daño. Sin embargo la gentileza de la célula llega a tal punto que con su propia maquinaria le construye la otra hebra complementaria que le falta, dándole así las armas para que de allí en adelante comience su desagradecida obra destructiva.

Otorguémosles el beneficio de la duda

¡La célula no puede ser tan tonta! “Algo nos oculta con tan extraño comportamiento, que se traduce en esta inusual hospitalidad”. Algo que nosotros aun no podemos comprender. Ello nos debe hacer sospechar que si nos precipitáramos a hacer desaparecer a todos los virus, a lo mejor les provocaríamos un grave problema.

La verdad es que conocemos poco del mundo de los virus. Los que hasta ahora realmente conocemos son sólo algunos, aquellos que nos causan problemas y por ello los hemos llegado a identificar. Pero es muy probable que los virus tengan también un rol beneficioso.
No sería extraño que recibir bien a los virus traidores sea el precio que deben pagar las células por alguna labor constructiva de otros. A lo mejor los virus son parte de nuestras células, lo que no sería raro ya que hay muchas similitudes de estructuras celulares y virales. A lo mejor también el virus nos trae de afuera información genética favorable, que posteriormente se incorpora a nuestro propio acervo genético. Ese intercambio sucede por ejemplo entre las bacterias, que frecuentemente intercambian información genética. Así se explica por ejemplo la resistencia a los antibióticos que, después de un tiempo, adquiere una bacteria. Ello ocurre porque una bacteria le transmite a otra un plásmido de DNA, útil para defenderse del antibiótico. Del mismo modo se ha observado que virus que infectan animales tienen parte de sus genes reemplazados por virus animales. También se sabe de células animales que incorporan a su genoma genes virales, y de allí en adelante, siempre que la célula huésped se duplica, también fabrica la copia del gene viral. Tal vez podríamos considerar a los virus como el correo genético entre las distintas especies, o como una vasta red de comunicaciones cuya función es homogenizar y permitir la vida en todos los nichos posibles del planeta. Es así como muchos investigadores piensan que los virus han desempeñando un rol fundamental en la evolución de las especies y en la adaptación frente a circunstancias adversas.

Todo ello, claro, en el terreno de las hipótesis y para tratar de encontrar alguna explicación a la aparente “estupidez” de las células.
En todo caso, en beneficio de los virus, hay que señalar que ahora éstos han comenzado a prestar grandes servicios para el tratamiento de muchas enfermedades genéticas. Es así como aprovechando esta capacidad de intromisión al interior de las células, está siendo posible cambiar genes en los virus y adicionarles genes humanos normales, para que éstos se encarguen de introducirlos al núcleo celular y, de este modo, reemplacen o potencien genes anómalos causantes de enfermedades.
Por ahora no juzguemos mal a los virus, ni tampoco interpretemos a priori como estúpida la complacencia de las células, hasta cuando no conozcamos exactamente para qué y por qué lo hacen. Corno todas las cosas en la vida, este es un sabio consejo.