Desarrollo cerebral y ambiente externo

Medio ambiente y desarrollo cerebral: Ha sido solo durante las
últimas décadas que se ha comenzado a poner en evidencia la importancia
del impacto medio ambiental sobre el desarrollo y funcionamiento
cerebral (2). Gracias a los enormes progresos y las respectivas técnicas
biológicas, genéticas, antropológicas y muy especialmente los avances
en la bioquímica cerebral, es que ha sido posible ir conociendo la
interacción medioambiental en el desarrollo cerebral y muy especialmente
en el proceso del cableado fino neuronal. Hoy sabemos que tanto la
correcta arquitectura cerebral genéticamente determinada durante la
gestación, como las adecuadas condiciones ambientales durante los
primeros años de vida, interactúan hasta llegar a plasmar las
características de la personalidad, el comportamiento, el crecimiento
físico del individuo, el rendimiento intelectual, e incluso la salud
durante el ciclo vital.

Es durante el período del crecimiento
rápido, en los primeros períodos de la vida (últimas etapas del
desarrollo fetal y los primeros años de vida extrauterina), es el tiempo
en que el medio ambiente interactúa con la genética. Si el medio
ambiente es lo suficientemente generoso y amigable, va a ser posible la
máxima expresión de las capacidades genéticas, tanto físicas como
intelectuales, logrando así un normal estado de salud. Por el contrario,
si los factores ambientales son adversos, en igual proporción
repercutirán negativamente, limitando y/o modificando, las expresiones
de los genes.

Se entiende por medio ambiente “generoso y
amigable”, aquel que por un lado, es capaz de proporcionar todos los
nutrientes necesarios, en las proporciones y tiempos que el programa
genético necesita para la construcción de la arquitectura y conexión
cerebral, y por otro, es también capaz de enviar durante esta etapa,
armónicamente, los diversos estímulos cognitivos, emocionales y no
emocionales adecuados como para que en conjunto permitan la expresión
del potencial genético. Entendiendo por tal, la formación de la
personalidad, sus capacidades físicas y mentales, y finalmente en el
equilibrio de su estado de salud.

Desnutrición en los primeros periodos de la vida:
En el pasado se sostenía que el organismo era tan sabio, que frente a
una desnutrición producida durante los primeros periodos de la vida, era
capaz de sacrificar todos los demás órganos para preservar el
desarrollo del cerebro. La realidad nos ha demostrado que no es así. Los
niños que sufren una desnutrición precoz, el cerebro les crece menos,
lo que se demuestra por su menor diámetro craneano en función de la edad
(figura 1) (4). Hemos observado que al igual que otros órganos, este se
atrofia y pierde volumen. Hemos comprobado su atrofia mediante una
técnica de transiluminación del cráneo. Usando una fuente potente de
luz, aplicada a la superficie externa del cráneo, se evidencia el
incremento del líquido cefalorraquídeo, secundario a una atrófia
cerebral (figura 2) (5). Por otra parte, tanto nuestras investigaciones
realizadas en animales, como lo observado en las autopsias de lactantes
fallecidos por desnutrición grave, demuestran graves alteraciones de la
estructura neuronal, del número de sinapsis (6) y del funcionamiento de
neuronal (figura 3) (7). Son también numerosas las alteraciones
bioquímicas, neurofisiológicas, metabólicas, bioeléctricas y funcionales
que allí se producen (figura 4) (8).

El déficit de nutrientes y
calorías, interfiere en el programa de desarrollo genético, que según
la cuantía del déficit le obliga a seguir vías metabólicas aberrantes,
que van dejando secuelas muy difíciles de reparar, ya que pasan a ser
defectos estructurales. Normalmente la construcción de la compleja
arquitectura cerebral, se va desarrollando en tiempos definidos, que van
sucediéndose en etapas que tienen requerimientos nutricionales
específicos. Si faltan los materiales nutricionales y calóricos en
alguna de ellas, la estructura cerebral se distorsiona, dejando defectos
  que posteriormente se pueden manifestar en anomalías que repercuten a
lo largo de la vida. El seguimiento de niños que sufrieron una
desnutrición grave durante los primeros dos años de vida (fetal y post
natal), demuestra quince años más tarde, la existencia de un retraso
significativo en la talla, con desproporciones antropométrica (piernas
cortas en relación a la talla), tendencia a la obesidad, dificultades en
el aprendizaje, y menor rendimiento intelectual (figura 5) (9).
Estudios de seguimiento realizados en Brasil, correlacionan la
desnutrición precoz, con la posterior aparición de obesidad, diabetes,
hipertensión, y consecuentemente cardiopatías (10). Otros autores
señalan también que las limitaciones nutricionales durante la gestación o
el primer año de vida, incrementan los riesgos de aparición de
enfermedades tan variadas, como la hipertensión, los trastornos
cardiovasculares, la diabetes o la obesidad (11).

Es así como
cómo en ocasiones factores externos, provenientes del medio ambiente
intervienen en el programa genético, induciendo cambios durante la vida
del individuo. Más sorprendente es que muchas veces estos cambios se
traspasen a la nueva generación. Ello por medio de mecanismos
denominados “epigenéticos”, que no afectan la estructura de sus genes,
sino la cuantía de la expresión de ellos. La epigenética se puede
considerar como la adecuación de la expresión genética a los cambios
ambientales, sin que necesariamente estos lleguen a modificar las
estructuras de su DNA. En experiencias desarrolladas en ratas, sometidas
a una restricción calórica durante los primeros siete días de vida, se
traduce en una disminución del ritmo de crecimiento en forma permanente,
aun cuando se haya normalizado el aporte calórico y nutricional. Del
mismo modo, la desnutrición mantenida por generaciones (cinco
generaciones), produce un retardo sumatorio del crecimiento, que demora
más de dos generaciones en recuperarse totalmente (figura 6) (9).
Situaciones similares de alteraciones del crecimiento se han observado
en niños que han sufrido desnutrición durante los primeros periodos de
la vida como consecuencia de precarias condiciones de vida (12).

Estimulación cognitiva, emocional y verbal:
Estas modificaciones epigenéticas, en las primeras etapas de la vida,
no solo ocurren por carencias nutritivas, sino también se producen por
distorsiones emocionales, afectivas y cognitivas durante las etapas de
formación del cerebro, de alguna manera condicionando el proceso del
cableado fino. El enorme incremento de las publicaciones que relacionan
la adversidad del medio ambiente durante los primeros períodos de la
vida, han despertado un creciente interés en el tema. Sin embargo la
dificultad de acceso al tejido cerebral y las limitaciones éticas
acumuladas han dificultado sus avances. En un esfuerzo por sortear la
dificultad, diversos autores han intentado investigar en modelos
animales, tratando de extrapolar sus hallazgos a humanos, con todas las
limitaciones que ello involucra.

Michael Meaney y Moshe Szf,
han estado experimentando en ratas, observando que el comportamiento de
madres desaprensivas puede afectar el desarrollo posterior de sus crías,
lo que atribuyen a mecanismos epigenéticos a nivel del cerebro (13). De
este modo la epigenética podría explicar cómo experiencias tempranas
podrían dejar marcas indelebles en el cerebro que más tarde influirían
en el comportamiento de las personas e incluso en su salud.

Todo parece indicar que el medio ambiente adverso llega a dañar al niño
durante los primeros períodos de la vida. En condiciones de pobreza,
ello no sólo ocurre por carencias nutritivas, sino también por
distorsiones emocionales y carencias afectivas y cognitivas, que
impactan en el sistema nervioso central dejando huellas que persisten a
lo largo de la vida. Ellas se manifiestan también en deficiencias de la
capacidad mental, que mas tarde dificultan el aprendizaje e inducen
conductas anómalas en edades posteriores. Esa ha sido la experiencia de
lo observado en CONIN, especialmente en niños no deseados, o hijos de
madres solteras muy jóvenes, fisiológica ni emocionalmente preparadas
para la maternidad, o distorsiones graves del ambiente familiar (14).

Por lo general la pobreza se acompaña de un deficiente nivel cultural y
educacional, junto a una deprivación psico-afectiva. Al estudiar el
medio ambiente familiar en niños pertenecientes a los niveles de extrema
pobreza, es frecuente comprobar su deterioro. Su ambiente familiar es
gris y aplastante, no estimula su imaginación ni exacerba su curiosidad.
Tal vez la más grande deficiencia sea la limitación de la estimulación
verbal, ya que el vocabulario de los padres es muy restringido y la
escolaridad muy baja. El niño nace y se desarrolla en un ambiente de
inseguridad y carente de estímulos psíquicos y afectivos (15). Es en los
primeros años de vida, cuando el niño necesita experiencias sensoriales
consistentes, predecibles y repetitivas para que su capacidad
intelectual y emocional se desarrolle normalmente. El caos sensorial
durante esta etapa (violencia domestica, abusos y abandonos), dejan un
profundo efecto en su salud mental que persiste en el tiempo.

En nuestro país, a pesar que la desnutrición de los primeros años de
vida, ya ha sido superada (9), persisten aún los factores adversos que
frecuentemente acompañan a la pobreza. Los profesionales de CONIN,
después de tratar a más de 80 mil lactantes provenientes de familias de
extrema pobreza, han ganado una amplia experiencia en este campo.
Mediante un tratamiento integral (nutrición y adecuada estimulación
psico-afectiva) logran una significativa recuperación si esta terapia se
implementa tempranamente. Pero a pesar de ello, basta padecer de
desnutrición grave por cortos periodos de tiempo, para que la
recuperación no sea completa, no alcanzando la total normalidad en su
desarrollo físico ni intelectual. Por ello, es que hemos comprobado que
no basta prevenir la desnutrición temprana, si persiste la marginalidad
social de la familia. Más aun, el daño puede ser transgeneracional.

° Fernando Mönckeberg Barros. Universidad Diego Portales

“Las
causas de la deficiencia mental en el niño son muchas y todas
irreversibles. Hay sólo una, en la que actuando a tiempo se puede
prevenir y que es por mucho la más frecuente. Es la deficiencia mental
producida por el hombre, mediante la pobreza, la marginalidad y la
desnutrición”.

“En los tiempos de la sociedad del
conocimiento, el factor clave para el desarrollo y el bienestar, es el
recurso humano indemne, adecuadamente capacitado y educado”.