Adolescentes-Alcohol: Se parte inocentemente en las fiestas
Sin pensarlo dos veces, un niño se toma una cerveza en la fiesta. Y ve su efecto: está más relajado, habla fluidamente, se atreve a acercarse a esa niña tan bonita.
Lo encuentra rico y consume en situaciones sociales.
La mayoría queda ahí, pero alrededor del 10% se transforma en alcohólico.
Aunque en las últimas décadas ha variado la definición de esta enfermedad, existen dos conductas que definen esa condición.
Un joven es alcohólico cuando necesita tomar todos los días o cuando se emborracha cada vez que toma porque no tiene capacidad de parar.
La importancia de la genética:
Pero el componente genético, también es determinante. Estudios norteamericanos han comprobado que el cerebro de ciertas personas convierte el alcohol en una sustancia química de gran dependencia.
El cuerpo humano transforma el alcohol en acetaldehído, sustancia muy tóxica, que, luego de un proceso químico, felizmente se elimina como dióxido de carbono y agua.
En personas genéticamente predispuestas, en cambio, una pequeña cantidad del venenoso acetaldehído no es eliminada y se va al cerebro donde se convierte en productos que pueden causar dependencia.
Esta sustancia, la misma que produce el cerebro con la heroína, es un sedante de fuerte grado de adicción, por ejemplo.
Su cerebro va guardando esta sustancia hasta que, en algún momento de la vida, se transforma en alcohólico. No se sabe por qué a algunos les ocurre jóvenes y a otros, ya jubilados.
Lo cierto es que esa persona se siente impulsada a beber aunque sabe que se está dañando. Pierde el control sobre su consumo y el dejarlo trae síntomas de abstinencia, como ansiedad y temblores.
Está enfermo.
El papel de la familia:
la fuerza de los antecedentes. El 95% de los pacientes tiene un familiar alcohólico. No se trata de que esté botado en la calle. Sólo con “necesitar” un trago a las ocho de la noche todos los días, ya se es adicto.
Fuente: Hacer familia